El actor Sergi López interpreta a Luis, el protagonista de Sirat la última película de Oliver Laxe que llega a los cines el 6 de junio, un padre en busca de su hija en mitad del desierto entre un grupo de raveros. Todo muy ajeno a él, pero más cercano de lo que creía.
Hasta ahora, Oliver Laxe había trabajado siempre con actores no profesionales. “Tienen algo genuinísimo, esa fragilidad que, por mucho que se pierda el actor, por mucho que conecte con su esencia… pero, claro, con un actor no profesional tienes que salir del coche para que arranque”, resume el cineasta gallego. Y ante la radicalidad y complejidad de Sirat necesitaba, esta vez sí, a un profesional.
Lo encontró en Sergi López (Vilanova i la Geltrú, 1965). “Él también tiene esa fragilidad, tiene esa sencillez. No es un actor de máscara –que me gustan los actores de máscara–, y este era un trabajo más naturalista, de desnudarte, pero siendo muy preciso con el guion”, comenta Laxe. En el actor catalán encontró al intérprete, a su Luis, al héroe que nos lleva por su viaje personal, que es el de todos.
¿Cómo viviste la experiencia de esta película? ¿Fue tan trascendental y casi loca?
Realmente, fue una experiencia muy trascendente, muy profunda. Comparto con Oliver esto, tengo una relación con mi trabajo, con esta idea de actuar, de hacer películas, que para mí no es solamente un trabajo, ¿sabes? Tiene algo que ver con cosas que se mueven dentro de ti y, al final, una película también es un mensaje a la humanidad, al resto de la tribu. Y sí, esta película tiene algo de simbólico. No sólo estábamos hablando de un personaje, sino de algo un poco más profundo. Fue una experiencia muy bonita.
¿Se apoderó un poco el rodaje y el desierto de ti?
Fue una experiencia… o sea, un rodaje ya de por sí es un viaje con una familia improbable. Yo me preparé para estar disponible. Para tener mi cuerpo a disposición de la historia. Y dejar que la intuición y el juego… pues me desbordaron un poco. Intenté no controlar. Para mí hay algo de intuitivo en la manera de actuar en este trabajo.
Y la cosa era dejarme llevar por las circunstancias que eran muy fuertes, muy contundentes y muy desgarradoras. Y es verdad que el desierto tiene algo profundamente espiritual. Simbólicamente es muy potente, tiene este poder tan fuerte de hacerte minúsculo y no tener nada más a lo que agarrarte que tu corazón. Las almas, digamos, se vuelven transparentes de alguna manera.
¿Y cómo fue vivir esa experiencia acompañado y acompañando a este grupo de no actores, de raveros?
Yo estoy enamorado de los rodajes. Un rodaje es una aventura colectiva y entonces encontrarte con todo este grupo de raveros, de punkies, bueno, que de entrada parecen personas un poco ligeras o no sé cómo decirlo.
Desde fuera puede parecer gente a la que sólo le gusta pasárselo bien e ir de fiesta, pero en realidad descubres un universo de unas personas que están muy preparadas, que se han hecho preguntas muy profundas, que tienen una relación con los demás, con el mundo, muy fuerte.
Tienen convicciones muy fuertes respecto a un mundo diferente, un mundo mejor, un mundo no ligado solamente a la producción y al capitalismo, a la manera de producir y avanzar con dinero, sino que propone alternativas y propone una manera de mirar a la vida y al ser humano menos material. Esto es bastante sorprendente, a mí me sorprendió mucho encontrar a toda esta gente como la carga filosófica que transportan todos. Y después está la idea de trabajar con gente que no son actores, pero yo pienso que esto nos iguala, ¿no? Que nos pone a todos en el mismo desierto, con el mismo calor y con la misma intención de intentar hacer una película y encontrarte que sólo te puedes agarrar en los demás, en los que te acompañan. Y fue un paseo maravilloso.
La fragilidad de la vida, la muerte, la soledad… hay muchos temas en Sirat. Está esa frase, que no es exactamente eso, pero “la vida es aquello que pasa mientras haces planes”… La vida tiene esta cosa inevitable, brutal y a la vez de una belleza inconmensurable. Hay que asumir que esto es un viaje espiritual y que cada uno tiene que encontrarse consigo mismo al final, por más acompañados que estemos, vivimos y morimos solos y bueno, la única cosa que nos puede salvar es esto, es la gente que nos acompaña, ya sean unos punkis o los que te toquen, la gente que te quiera y que te ayude a avanzar. Todo está en el presente y se trata de ir avanzando con todo el amor que puedas a tu lado y encontrar las soluciones que a veces no hay, pero…
Y a pesar de todo, ¿ves cierta luz en la película?
Sí, justamente por esto la encuentro muy fuerte, porque asumiendo este concepto del que no queremos hablar, pero que tenemos todos tan claro, que es la muerte, creo que es un canto a la vida, es una película luminosa que pone el foco, sobre todo, en que lo importante es vivir y avanzar y compartir con la gente que te toca. Es verdad que esta idea de la muerte tan fuerte, creo que nos pasa un poco a todos, todos lo tenemos presente, todo lo que existe, entonces en nuestra sociedad esto es un poco un tabú, una cosa como que es mejor no hablar, pero en el fondo es una cosa que nos acompaña y es lo que da sentido a la espiritualidad, si no supiéramos que nos vamos a morir o que se va a morir la gente que queremos, no nos haríamos preguntas tampoco, o sea que al final es el corazón de por qué la única solución es el amor y por qué nos tenemos que amar, es porque nos vamos a morir… Es un poco así, es una paradoja, pero es así.
Sigamos escuchando música, pero sobre todo bailándola, ¿no? Como dicen algunos de sus protagonistas…
Sí, es verdad que esta cosa con la potencia musical de la película también. Me gusta eso de que la música no es una cosa contemplativa sino también, como la vida, es una energía que sacude nuestros cuerpos, que sacude la materia, que la eleva, nos hace saltar, nos hace volar, también tiene este componente espiritual que acompaña algo profundo, que nos hace movernos sin más.
En resumen, ¿que este es uno de estos viajes que recordarás?
Sí, sí, sí. Mira, yo no soy muy de Stanislavski, quiero decir que no soy muy de llevarme el personaje a casa, pero es verdad que lo que transita Luis, mi personaje, el viaje de este señor con su hijo que está fuera de lugar, que está fuera de su medio natural, y que se encuentra con esta naturaleza tan terrible, tan bestia, tan inmensa, la verdad que sí fue un viaje también emocional, muy potente para mí, con todo el equipo, porque al final en el rodaje estás acompañado por toda esta tribu.
Pero actuar, y sobre todo actuar un personaje al que la vida le pone delante del espejo su propia soledad y se encuentra absolutamente solo, es verdad que es un viaje que me traspasó un poco, sí.