Cannes 2025: ‘Romería’, por la memoria y contra el silencio y la vergüenza

Cannes 2025: ‘Romería’, por la memoria y contra el silencio y la vergüenza

Romería

Carla Simón cierra su trilogía personal con Romería, estrenada en Sección Oficial a competición entre aplausos.

En Verano 1993 (2017), Carla Simón exploraba la pérdida, el luto y la memoria desde los ojos de una niña que acababa de perder a sus padres y comenzaba una nueva vida. En Alcarràs (2021), con la que ganó el Oso de Oro en Berlín, la directora se adentraba en la comunidad agraria del interior catalán para seguir explorando la familia y las raíces.

Y, ahora, en Romería, su protagonista, viaje a Galicia buscando el certificado de su padre para conseguir una beca que le permita estudiar cine, en ese viaje encontrará por primera vez a la familia de ese padre al que nunca conoció y a partir de ahí indaga en la memoria, en la identidad en las diferentes relaciones familiares y, sobre todo, en las huellas que aún deja la vergüenza y el silencio con el que se vivió la pandemia de la heroína y del sida en los 80.

Carla Simón continúa en Romería intentando construir su familia y su identidad, todo lo que la ha llevado a ser una de las cineastas más únicas, personales y de gran sensibilidad del panorama no sólo español, sino internacional.

Como en Verano y Alcarràs, la historia de Romería parte de su autobiografía para, desde ahí, construir una historia de ficción a la que emocionalmente Carla Simón se siente muy cercana. Esta vez partió, además, de las cartas que su madre escribía desde Galicia y otros viajes a sus amigas y llega incluso a usar sus palabras y recuerdos para articular el relato a través de los diarios que la protagonista lleva con ella en esa primera visita a Galicia en la que intenta encontrar los fantasmas de sus padres, los lugares que habitaron, conectar con ellos, verse en ellos.

Hay en Romería, como existe en Alpha, de Julia Ducournau, con la que compite en Cannes, un deseo de hablar por aquella generación de los 80 perdida por las drogas y el sida, una reivindicación de lo que les ocurrió, de cómo fueron silenciados por la vergüenza de sus familias. En el caso de la película de Carla Simón, la protagonista va descubriendo cómo ocultaron todo lo que le pasó a su padre, cómo incluso casi 20 años después siguen sin hablarlo ni nombrarlo. Asoman todas las heridas, el dolor y cicatrices que unen a esa familia con mucha fragilidad, un vínculo muy dañado y a punto de la ruptura total.

“¿Qué persona sería si me hubiera criado en la familia de mi padre?”. “¿Llevar la misma sangre te hace ser de la misma familia?”. “¿Cuántas formas de ser joven había en los 80?”. Son algunas de las preguntas que van partiendo el filme y el diario de viaje de Marina en Vigo. Recibida por su tío (Tristán Ulloa) con su mujer y primos, que le ayudan a conseguir el certificado y juntar las piezas de su historia y la de su padre. Están también sus tías (Miryam Gallego y Sara Casasnovas) y su tío (Alberto Gracia, un gran descubrimiento dentro de un reparto impecable), el único que parece aún afectado por la muerte de su hermano, el único atrapado aún en el pasado, con la herida aún sangrando y, a la vez, el más sincero con Marina, uno de los personajes más bonitos de Romería.

La relación que establece con uno de sus primos (interpretado por Mitch), llevará a Marina a conectar más intensamente con el pasado. Romería es una historia en dos tiempos y en dos realidades, Carla Simón se ha arriesgado, se aleja del naturalismo en el que se mueve hasta ahora para lanzarse a un abismo onírico y espectral que maravilla y conmueve.

La joven Llúcia Garcia, en su debut, es una revelación absoluta en dos papeles, sólo gestos y cambios sutiles necesita para convencernos. Su transformación es mágica. Y su personaje, cámara en mano, es la mirada de una nueva cineasta. Un poco el viaje que experimentó la propia Carla.

Romería es un precioso y emotivo cierre a esta mirada a la familia, la memoria y la identidad desde su propia historia personal. Un paso adelante y seguro en la carrera de Carla Simón que ha recibido en Cannes el reconocimiento que merecía.

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